Nocturno después del alcohol

0
341

Más que sin palabras,
sin palabras. 
Me explico que los sonidos me rodean,
se unen, se separan
y hasta bailan entre ellos,
pero yo estoy mutilado.
Como un artesano ciego,
sordo, mudo y mutilado.

El alcohol es un solvente universal.
En él, el ánimo es luna
que se disuelve y se derrama:
una menta en la cubalibre.

Pero, claro,
no es suficiente.

La noche extendida
me da la espalda
y solo pienso 
que ya no me queda de otra,
que solo me queda entregar
el abalorio que estuvo 
colmado de mis sueños.

Y quiero llorar,
quiero tirarme al suelo
y arrancarme la cara 
como en berrinche,
porque ya hay palabras en mi boca,
pero son los mismos
arrepentimientos.

Todo el cuerpo me tiembla 
movido por la música. 

Ningún lugar es mío. 

Ya ni siquiera tiene sentido extrañarte
porque estás tú tirando tus maletas
en un pórtico de enigma
donde ni una voz ha 
de reconocerte,
y yo estoy simplemente aquí,
pensando. 

En mi zaguán
abultada yace 
la escultura de tus labios
en ruina,
carente de sentido,
así como carecen de sentido tus manos,
que tantas veces abrazaron
este triste y vencido cuerpo. 

Nada cabe
porque nada es mío;
ni tu silencio ensordecedor,
ni el dolor del pórtico
que gime remiso
tu llegada,
ni tu amor infeliz ni la parvada
de cruces que dibujé en tus dedos.

La nostalgia se me acerca
(cucaracha nocturna)
y solo quiero llorar
y decir nada,
frente a este tajante piso
que me espera. 

Foto de Lennart Wittstock: https://www.pexels.com/es-es/foto/opinion-de-angulo-baja-de-hombre-estar-de-pie-por-la-noche-316681/