En el pozo

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La ciudad le dispara fragmentos de luces,
pero la noche resiste,
su poder es grande 
KINO, “Noche tranquila”

El Chato llegó por detrás, haciendo esos gruñidos fatales. La advertencia estaba dada, así que Milo echó a correr. Sin embargo, tomó el camino incorrecto y pronto se vio acorralado. Entre él y los hermanos Garza solo se interponía el perro. Cuatro contra uno; no era justo. Para colmo, Milo se encontraba en el filo del pozo viejo (hueco mal clausurado, por cierto). Un ataque de burlas, pedradas y escupitajos terminó por hacerlo caer. Ya dentro, no pudo más que emitir un chillido que se ahogó entre ladridos. El golpe tan duro y seco le causó una herida severa en la cabeza, múltiples hematomas y arañazos terribles. Desde el fondo, la figura altiva de el Chato se engrandecía; mientras, las risas de Paco y Toño llenaban cada milímetro del recoveco en que permaneció como trapo mal dispuesto. 

Fue entonces cuando pasó. A Milo se lo tragó la noche. Atrapado en el hueco aquel en que vio pasar horas infinitas, notó que la noche tomaba forma de humo; un humo que se le metió por nariz y boca, y le llenó los pulmones mientras le vaciaba la vida. La noche lo iba mordiendo, se lo iba tragando de a poquito y, a cada bocado, expulsaba humedad. Al final eso fue lo único que quedó, Milo se convirtió en una bolsa fría que el viento sacudió y arrastró apenas a la superficie. 

Con las uñas al ras de los dedos, deshechas de tanto rascar, de tanto jalar, de tanto reptar, así lo encontró el día. Para la impune mañana lo que pasó con Milo no fue más que un accidente. Pero la noche no olvida y no perdona. Y ella, que en la quietud de la pálida luna se lo llevó, lo devuelve. Lo entrega al mundo de los vivos para que llene con su frialdad las pesadillas mojadas de los hermanos Garza. La noche lo deja entrar como un viento seco que se estanca tras el armario. Milo está allí, a la vuelta de la esquina; es la sombra que molesta a los perros. Es el niño que juega en el pozo a las dos de la mañana.

1 COMMENT

  1. Esta parte “notó que la noche tomaba forma de humo; un humo que se le metió por nariz y boca, y le llenó los pulmones mientras le vaciaba la vida”, cruda y poética, me gusto.

    Siempre es un gusto leer su obra Lic. Clara, felicidades.