La región menos transparente

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No hay luz que pueda corromper la oscuridad envolvente. Nadie sabe cuál es la causa del apagón porque ya nadie existe. Las calles llenas de estruendo hoy por fin descansan. Ni luna ni faroles esta vez, pero una promesa pinta un sendero que puedo ver con los ojos cerrados. 

Un fantasma de Tepito me dijo que no se extrañan los lugares sino nuestros recuerdos nocturnos que ahí quedaron plasmados. Sé que mis pasos son el compás de todas esas pasiones pretéritas, pero ¿por dónde camino en la escala del tiempo? ¿Qué prisa queda en medio de lo oculto y el ya frío núcleo de la Tierra? El futuro ya pasó. 

Cuando mi marcha se vuelve más afanosa, siento que la gran sábana de la noche ondula ante la antigua Catedral, último reducto de la ciudad; de su interior ya no salen rezos, sermones ni plegarias; ese aire otrora habitado por santos y ánimas del purgatorio ahora cede ante la música de los órganos tocada por la mano invisible de la eternidad. 

Tanta luz nos cegó, vivimos muchos días sin sus noches, y ya no hubo relatos de los que sólo pueden contarse al caer el ocaso. Pero no está todo perdido: esa melodía seguirá siendo interpretada sin reposo, como lo ha sido desde que la naturaleza primigenia de un árbol se sacrificó para cantar en forma de instrumento, y la explosión de nuestra estrella titilará en un cielo insospechado.

Foto deAlexander Andrews en Unsplash

2 COMMENTS

  1. Me encantó tu poema. Me gusta eso del fantasma de Tepito, coincido: Los lugares no son chidos en sí mismos, sino por lo que pasa en ellos y por lo que alguien recuerda.
    Gracias por escribir y compartir