Suelta esa carcajada

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Dos mujeres sentadas en una sala veían la televisión. Una de ellas mayor, la tía de la segunda. Rumiaba mentalmente los asuntos pendientes para la semana siguiente, meditaba los costos de las cosas y las formas de las partes. 

La segunda, menor, sobrina de la primera, apretaba con premura los iconos de un teléfono celular buscando dar explicaciones de lo que había ocurrido la semana a todos sus amigos para desahogarse.

Veían el noticiero que aparecía después de la telenovela turca de las 9:00 pm. En la novela, una sultana malvada se dedicaba a hacerle la vida imposible a toda aquella o aquél que se cruzara con sus maquiavélicos planes. Después de comentar animadas el vestido, el caminar y el elegante porte de la sultana, ambas se metían a la boca animadas unas tortillas con frijoles y queso. 

Sucedió el hecho. 10:35 pm horario de la Ciudad de México.

Se presenta en la televisión el caso de un grupo de lancheros que en una disputa territorial habían optado por usar palos, ramas, cubetas y palas para desquitar las injusticias que unos a otros se habían hecho padecer por años. 

Pensando en la semana, ambas, sin decir una palabra al ver a los pescadores lanzarse a los golpes entre sí soltaron la carcajada, no pararon. La risa salió a borbotones entre ambas, cómplices no de las agresiones entre pescadores sino conscientes del nivel de hartazgo necesario. 

Detrás de los sonidos huecos de la risa libre y las lágrimas salían sueltos entre los dientes los humos y los hilos de los efectos de las peleas de la familia, de las querellas entre tíos, sobrinos, primos, cuñadas y ancestros ahora expectantes. 

Sana la risa. 

Photo by Igor Rodrigues on Unsplash

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