¡Ese wey parece de 70 años!

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Recuerdo cuando tenía 7 años me sentía terriblemente solo por mi manera de pensar, me aislaba de mis compañeros que solían decir: “a ese wey no le gusta estar con nosotros, es extraño”. Por momentos quería comportarme como ellos y hacer las mismas maldades: golpear y humillar a los demás, asignarles apodos crueles por su aspecto y la manera en que hablaban o vestían. Fue una etapa difícil para todos. Afortunadamente, supe ponerles un alto a tiempo. Muchos de los que crees que son tus amigos, en realidad solo compartirán momentos alegres contigo. Siempre buscarán lucirse e imponerse sobre ti humillándote, aconsejándote que hagas tonterías como ponerte una peda en la que te pintarán la cara, pero no te podrás enojar porque son tus amigos y tienes que pertenecer a su grupo, así que reirás sarcásticamente mientras afirmas que es el desmadre de la juventud. En cambio, si no aceptas, eres un anciano amargado, uno de esos viejos que no permiten faltas de respeto, que viven solos porque no están de acuerdo con la nueva era de la risa que siempre ridiculiza a todo el mundo; uno de esos viejos que saben qué amigos son los que te ayudan, los que se alegran de tus triunfos. Y yo fui considerado así porque para encajar tienes que soportar las bromas, compartir alcohol y risas hipócritas con el líder, quien se mofa y carcajea para sacar sus frustraciones.

En la actualidad, la juventud se cree perfecta y se burla de todos, utiliza la risa como un poder oculto que idolatra a quien hace la broma, mientras sepulta a la víctima. Bien, entonces prefiero ser un viejo de 70 años que no encaje, que no tenga novia y que sea considerado aburrido, al menos mis risas serán de gusto porque pude lograr algo o porque mi amigo es feliz… 

Foto de Mathias Konrath en Unsplash