Comprender la vida ha exigido a su tiempo. La irrupción de la crisis ambiental anuncia la llegada de la hora en que la historia reclama de la humanidad un saber
sobre las condiciones de vida.
Enrique Leff
La emergencia climática que atravesamos, aún sin el reconocimiento oficial del gobierno, nos debe preocupar sobremanera y a la vez nos debe incitar a realizar cambios radicales en nuestros modos de pensar y vivir desde este mismo instante. Esta decadencia ambiental se debe a que el llamado mundo “moderno” nos ha deshumanizado haciéndonos creer que lo único que importa es producir, vender y consumir; no importa si dentro de ese proceso se arrasa con la naturaleza ya que el dinero lo justifica todo. Hay que destruir estos paradigmas y construir nuevos horizontes ¿Lo lograremos? ¿Cómo?
Considero que hay muchas formas no solo de contrarrestar el cambio climático y sus efectos sino también de mejorarlo para las futuras generaciones. Para mí existen tres cosas fundamentales que pueden hacer un cambio. La primera es dejar el modelo decadente de combustibles fósiles y pasar drásticamente a las energías renovables de tal manera que se garantice la suficiencia energética del país y a su vez se permita otro tipo de desarrollo sostenible y sustentable. El segundo aspecto tiene que ver con todo el conocimiento ancestral de los pueblos originarios de México que está enfocado al cuidado y respeto de la madre tierra, todo ese conocimiento lo debe considerar el Estado al momento de hacer políticas públicas y leyes en un contexto recíproco de saberes que se sitúe entre la visión occidental e indígena. Por último, no hay que dejar de lado el actual papel de los niños y jóvenes en esta nueva revolución ambiental y sumémonos a sus luchas; no solo soñemos con un planeta mejor, construyámoslo entre todos. Estamos a tiempo.
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