Desde el futuro azul

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Los vivos fueron sepultados bajo lo que eran nubes,
bajo tumbas líquidas en las que beben su propio veneno
que dieron a los peces y a las plantas
podridos, comidos y carcomidos por ellos.
No advirtieron las feroces visitas de los maremotos e inundaciones.
Antes pudieron contemplar esa eternidad que ahora sienten
cuando miraron al niño azul creciendo
como si vieran una película perpetua.
Lo sintieron pacífico, pero por dentro
él se estaba incendiando.
Fue por eso que ya adolescente abarcó lugares
insospechados haciendo que la gente se apretara
cada vez más en menos tierra.
Acalorado, Azul se tapó con su cobija cubriendo islas y países
hasta que el ojo del universo miró un granito de arena
en el planeta mar, así nombrado justamente por nadie,
donde ya no cabía ni una hormiga,
donde el sol ya no encontró un sentido para iluminar
sino solamente para divertir al joven de los ojos azules
ya que sus hermanas fueron olvidadas,
muertas de soledad y abandonadas
por sus hijos pingüinos y osos volando con sus alas de ángel
hacia el último pequeño barco de hielo que desaparecía rápidamente
por el fuego del agua.
¿Dónde quedaron si sólo eran del blanco puro de la nieve,
de las montañas congeladas donde sólo eran?
En el lejano futuro, este imperio celeste
son desiertos sin niños ni pájaros jugando.
¿Cómo se llama este astro en ese tiempo? ¿su nombre se evaporó con tanta agua?
Al extinto adulto nadie lo puede llorar, defender ni admirar,
al amigo de cualquiera, al amigo del tiempo, quien fue el tiempo mismo.

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