Con la patria destruida

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Las palmeras caídas, la brisa del mar con olor a cadáver, los hoteles con monumentales escombros, las calles bloqueadas por láminas y troncos. 
El mar en que crecí no iba a ser igual. 
Y tan sólo un recorrido en coche me bastó para formular aquella sentencia. 
Octubre me recuerda las historias de mis ancestros acerca del huracán Paulina, pero nunca pude imaginarme la magnitud de los traumas o, mejor dicho, nunca quise por miedo. Sin embargo, esta vez también tuve que pensar los relatos a través de la voz horrorizada de mi familia. 
La voz llorosa de mi madre y el temor de mi hermana me van a acompañar por siempre. Entre llamadas cortadas y mensajes esporádicos logré hacerme una vaga idea de la devastación. 
No obstante, la ciudad fantasma que estuvo ante mis ojos me dejó anonadado. Aquella playa en la que me enamoré era escombros y basura, el cine que visitaba con mis amigos estaba entre polvo y arena, mi colonia no podía comunicarse con el exterior y tampoco algún reportero o marino hizo el esfuerzo por pararse entre las calles que recorrí de pequeño.
Las personas deambulaban sin rumbo, con labios secos y piel bronceada. Nosotros éramos los verdaderos muertos vivientes. 
Mi escuela perdió sus canchas, los campos en que jugué fútbol se convirtieron en terracería estéril, mi casa ahora no tiene techo y las hamacas en las que descansaba se perdieron en la inmensidad del viento. 
Hay amigos que siguen perdidos en algún lugar del precioso mar, en medio del abrasador sol, entre el olor a mortaja y la falta de agua. Espero que mis mensajes les lleguen en algún momento…
¿Qué castigo estamos pagando? ¿Por qué mi patria?
¿Te acuerdas de aquella playa donde nos enamoramos? Hoy quedan escombros y troncos en la arena. El tufo de la muerte reemplaza su refrescante brisa.
Nuestro lugar ya no está. Y tampoco sé de ti. 
¿Estamos hechos de lugares? ¿Qué se hace cuando se pierde el suyo?
El mar llora… y yo con él.
Hoy mi hogar está destruido y, con ello, una parte de mí.

Foto de portada de Ethan Balanzar.

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Estudiante de la licenciatura de Historia en la UNAM, acapulqueño de corazón y foráneo de vocación, amante de la literatura y los atardeceres playeros. Becario 4ta generación de Corriente Alterna UNAM y amante de la leche con chocolate.