En esta era digital, debemos preguntarnos de qué manera los discursos politizados en redes sociales determinan quiénes tienen voz y quiénes quedan excluidos de la conversación. La distribución de roles online no puede entenderse solamente como publicaciones y número de compartidos, sino que impacta y jerarquiza nuestra realidad compartida offline.
La realidad abarca nuestra percepción de lo que es visible e invisible. Actualmente lo maquinal es capaz de manipular nuestras pupilas, nuestros oídos y nuestra propia voz. Noticias manipuladas, imágenes generadas con inteligencia artificial, videos deepfake y relatos distorsionados buscan dividir, marginar y deshumanizar a cualquier comunidad, postura disidente o individuo, y los retratan como una amenaza irracional. Con ayuda de inteligencia artificial los discursos de odio son potenciados de manera terrorífica. La velocidad de difusión y la omnipresencia de estos mensajes amenazan con despojar a la sociedad de su humanidad compartida y de un sentido de comunidad.
Rancière plantea en El reparto de lo sensible una política que antagoniza las voces y los roles. Esta división abarca la totalidad de la vida social porque distribuye y determina las formas aceptables de ser, representarse y expresarse. Sin embargo, generar una política de representación incluyente puede cambiar las reglas del juego al reconocernos en nuestra subjetividad.
Actualmente, la situación entre Israel y Palestina es la coyuntura internacional que ha polarizado a todo el planeta y que promociona actitudes hostiles dentro y fuera de las redes sociales. Frente a la distorsión y al rechazo del otro, no hay que caer en indiferencias o paranoias. Hay que evitar recrearnos en lo maquinal y mantenernos sensibles para habitar internet críticamente. Esto requiere un esfuerzo individual y colectivo para promover la empatía, la veracidad y la reflexión.
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