Antes de acostarme, a esta hora porque el momento de dormir tarda más en llegar, termino de leer La náusea de Sartre y me siento terriblemente ansiosa. ¿Es posible que esta vez La náusea sea más devastadora que cuando empecé a leer el libro? Pienso en lo susceptibles que somos (tal vez más que antes), la vulnerabilidad de la existencia, la contingencia de vivir y La Contingencia.
Debo dormirme, apagar esta sensación y quizá empezar otro libro más “alegre” mañana por la mañana. Casi no veo la televisión ni escucho la radio para evitar estos pensamientos. ¿A esto se refieren cuando dicen que la realidad siempre te encuentra? No puedo evitarlo, existo.
Recostada cierro los ojos. Si esto acaba pronto, imagino, habrá tantas cosas que no alcanzaré a hacer. Pienso en que no voy a terminar los libros que me faltan por leer ni tampoco las películas que me faltan por ver.
He pensado en todos, en todo. En lo que hay allá fuera y que no he visto. Lo que desconozco. En las personas que sienten que no llegarán a verlo, las que quieren rendirse, las que están en los hospitales y las que estuvieron. Aquellas que no han dormido y realmente lo necesitan. Claro que todo debe tener un final y es cierto que todo lo tiene. Ojalá sea pronto. Después de esto debería ser mejor que antes.
Abro los ojos, he pasado una hora pensando en todo. Ahora son las 4:44 am. Dijeron que una forma de ayudar es no salir, pero aún escucho algunos escapes de motocicletas alejarse por el bulevar. Y ahora las sirenas. Distingo dos ambulancias y una patrulla. ¿Qué estará pasando dentro de ellas? ¿Qué pasó? ¿Quién está siendo trasladado? y ¿qué pasará el 1° de junio?
Respiro tan profundamente como puedo. Cierro los ojos, me protejo con mi cobija pese al calor y recuerdo a Sor Juana “y por mirarlo todo; nada veía, ni discernir podía…” Cierro los ojos y ahora duermo.
Foto de Diego Ph