Sólo soy yo hablándome a mí mismo acerca de mí mismo

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Fijo la mirada en el espejo y veo los contornos que la luz dibuja, es mi reflejo, dicen, pero no soy yo, yo no puedo ver ahí mi mente; a través del espejo no puedo escuchar mis pensamientos ni palabras. ¿Quién es ese?

–Yo soy tú– contesta el reflejo.

Entonces lo golpeo y en cada quiebre observo mi rostro, todos ríen. La sangre de mis nudillos me parece tan ajena, tan distante, que no puedo decir que sea mía; quien perdió el control no fui yo.

–Sí, fuiste tú– me respondo desde un fragmento de espejo en el suelo. Recuerdo entonces cuando no me hablaba a través de espejos, cuando en mis manos tenía las riendas del caballo negro y blanco, cuando todo era claro.

Quién sabe, a lo mejor lo estoy imaginando. A lo mejor me imagino también, cuando la delicia del ego aparece, que voy caminando en un cándido paisaje, donde los ríos manan de las montañas y los árboles dan frutos jugosos. Pero escucho un susurro a lo lejos, allá, cuesta abajo del río. A saltitos bajo a través del camino con piedras y pastito, y veo el manantial. Miro su superficie, y de inmediato me observo a mí mismo, con la más perfecta de las siluetas, la más perfecta de las miradas. Quiero arrancar mi belleza, entonces extiendo mi brazo para tocarla, pero el suyo me hunde a las profundidades del lago y me ahogo en la penumbra.

Es hora de despertar, me digo. Pero, ¿a quién pertenecen esas palabras? ¿No es verdad que ya me disolví en el pasado? ¿No es verdad que apenas el segundo transcurre, todo lo que yo fui deja de ser, y ya no me pertenece? Pertenece a ese doble inventado por la memoria.

–Al doble del espejo– me responden mil voces de mil cristales. Tengo el alma hecha un nudo, y sólo logro ahogarme en un grito, y, aún así, nunca he sentido realmente que esa voz me pertenezca; es de ese yo que pierde el control, que rompe espejos e imagina cosas. Yo soy más tranquilo, hermético y cerebral. O eso quiero creer, eso diría si pudiera desprenderme los demonios, así que a veces, cuando emanan de mí, simplemente los meto en un costal y digo que no me reconocí, que fue alguien más quien hizo todo eso.

Foto de Михаил Секацкий en Unsplash