De las fértiles banquetas surgen muchas cosas: plantas, cascajo, botellas, postes, árboles o vagabundos. Así sucedió. Hace tres meses apareció un día en una banqueta un señor de más de cincuenta años, barbón, con ropas sucias y una sonrisa en el rostro. Todo el día tenía una botella de Caña de Oro a su lado. Por las noches se enredaba en tres cobijas viejas para aguantar las lluvias y el frío.  
       —Aquí todos me dicen El Jany—, te respondía cuando le preguntabas su nombre. 
       El Jany era el más buen pedo de todos. Si pasabas a las prisas te regalaba un saludo, si estaba fumando te ofrecía una calada, si bebía te obsequiaba un trago. Poco a poco lo fuimos queriendo todos. Las señoras le proporcionaban comida y ropa. Los señores le daban dinero. Los jóvenes le corríamos vicio como tributo a su experiencia.
       Se convirtió en una especie de refugio. Las personas acudían a él cuando querían ser escuchadas, cuando no veían soluciones a sus vidas. El Jany, desde su austera posición, te hacía entender que la vida no era tan mala y podías ser feliz.
       Pero un día apareció un anuncio en toda la colonia:

SE BUSCA
Nombre: JANY
Raza: Mestizo color negro. 
Edad: 12 años.
Características: Dócil y amoroso. 
Información: Escapó de casa hace 
tres meses.
Ayúdanos a encontrarlo
Tel. 5526879660
$$$$$ 

Después de que aparecieron esos letreros El Jany repentinamente desapareció. Como si hubiera huido o hubiera sido descubierto. 
       Nadie en el barrio quiso saber más del asunto. Se volvió tabú. A veces la falta de información asusta a las personas. Yo recordaré a El Jany con mucho afecto. Sobre todo, extrañaré ese cariño suyo, tan particular, que no parecía ser humano. 

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Diego Mapache (Ciudad de México, 1999). Coleccionista de cajas de cerillos. Amante de la salsa dura y las latas de cerveza. Editor de Saca La Lengua Fanzine.