¡Dinosaurio al agua!

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Los estados críticos pueden configurarse en muy poco tiempo, si existen las condiciones previas que faciliten el despliegue de su poder destructivo. Escenarios apocalípticos como el de la extinción masiva del cretácico, demuestran que ni siquiera la devastación de ecosistemas a escala planetaria, implican el fin de la vida y sus procesos. Los estados críticos traen consigo nuevas posibilidades, que a su vez, originarán nuevos caminos. La vida mantiene así un diálogo total con todos y cada uno de los elementos terrestres y extraterrestres que interactúan con ella.
     Hasta hace unas semanas se seguía especulando en torno al aspecto que debió tener el famoso terópodo norafricano del cretácico, el Spinosaurus. Pero gracias a los recientes descubrimientos fósiles, sabemos que se trató de un dinosaurio nadador muy eficiente, debido a la cola ancha y flexible, que le permitía desplazarse bajo la superficie de los ríos donde buscaba su alimento.
     La idea de un dinosaurio nadador, que no es lo mismo que reptiles marinos prehistóricos, insinúa cierta preferencia por el entorno acuático, junto a la posible actividad terrestre, como en el caso de los más antiguos ancestros de los cetáceos modernos.
     Una cierta preferencia, un placer, una fascinación, una inclinación o el simple descubrimiento de mejores posibilidades de supervivencia. Como sea, resulta interesante darnos cuenta de cómo un elemento dominante esculpe a todas y cada una de las criaturas de sus ecosistemas, y como la información genética de cada ser vivo responde a todos y cada uno de los factores involucrados. La escritura dinámica de la vida como un diálogo que se actualiza y que deja rastros de su antigua escritura, para revelarnos los trazos de su primera imaginación.

Imagen por Gustavo Monroy-Becerril – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=89667084