Ernesto solía ir al tianguis por convicción. Habiendo la posibilidad de gastar su dinero responsablemente y comprar más cosas por menos, sin fijarse en la marca o la moda, se desconcertaba por la gente que adquiría productos en las tiendas departamentales gastando, la mayoría de veces, más de lo que tenían. “Mientras menos desperdicie, mejor”, solía decir él.

       Tenía una costumbre: investigar sobre el estampado de su ropa. Se divertía haciéndolo. Empezó cuando Camila le preguntó en clase de cine si le gustaban The Front Bottoms. Ernesto ni siquiera había oído hablar de ellos, pero supo a qué se refería por la playera que él había comprado. Luego de escucharlos, pensó que si esa imagen escondía una banda punk de Nueva Jersey, todo lo demás también tenía su trasfondo.

       Conoció de esa misma forma la serie House M.D., gracias a la cara de Hugh Laurie al lado de la frase “Eso no es lupus”; cuestionó su machismo cuando compró una playera morada mostrando un puño en alto; leyó sobre revoluciones pasionales que lucharon contra el imperialismo yanqui a partir de la imagen del Che Guevara impresa en tela roja. Así investigó sobre movimientos feministas, anarquistas, marxistas, hippies y otros tantos con los que se sintió identificado. Ernesto se dio cuenta que había respuestas para cada pregunta, posibilidades de cambio. Pero había, sobre todo, y como buen comienzo, invitaciones al cuestionamiento. Cada prenda de ropa que compró lo llevó a distintas lecturas (algunas opuestas entre sí) y se quedó con las que más le agradaron. A partir de entonces, amplió su conocimiento y acrecentó su curiosidad. Nunca dejó de ir al tianguis. 

       Un día se midió una sudadera Adidas y descubrió que le quedaba perfecta, pero prefirió dejarla a un lado. En ese momento no la necesitaba. Un muchacho se acercó, la tomó y, por supuesto, la compró, pero no dejó de mirar con desconcierto a aquel tipo que la había despreciado: barba, cabello largo e imagen del Che mirando desde la tela roja de su playera.

Foto de Artificial Photography en Unsplash
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André López García es un muchacho dolido, sensible e ingenuo que intenta, día con día, madurar, ceder y aferrarse, en las medidas correctas. Nació hace diecinueve años y actualmente estudia Lengua y Literatura Hispánicas en la FES Acatlán.