Ocultos

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Qué simple es voltear al cielo y registrar la luz del universo, la muerte de astros antiguos: aquellas tres estrellas que forman a los Reyes Magos o la luz de la luna. Sin embargo, la luz nocturna es gris, y también es gris la noche, tan mugrosa que obliga al citadino a moverse a otros lados para disfrutar estas vistas perdidas. 

Cabe preguntarse si ellos quieren ser vistos por nosotros; todo el imaginario alrededor de estos visitantes implica que son observadores. Nos miran desde arriba en naves avanzadas, cuyas formas y luces, sin embargo, son enormes y brillantes. Somos tan inofensivos que no se toman la molestia de esconderse bien. 

Puede suponerse que estos seres de gran intelecto y tecnología se dan el lujo de venir a nuestra humilde tierra y observarnos como si se tratara de ir al zoológico. Puede ser que vengan en tours, como uno de muchos planetas que pueden visitar, un Euroviaje galáctico. Y digo seres, porque hasta su “humanidad” cuestiono, esa que nos hace empáticos y relacionales. ¿Podremos esperar algo cercano a la humanidad de su parte? Puede ser que de ahí surja el temor a que no nos traten con amor. 

Las conspiraciones presentan a los aliens como seres ya integrados a la sociedad, reptiles humanoides o chaparros cabezones verdes con poder mediático: artistas, famosos y políticos. Aliens entre nosotros con disfraz de humano. Al menos, eso disminuye la posibilidad de que sean algún vecino o compañero. 

Estoy seguro de que existe toda una gama de criaturas y civilizaciones formadas allá en el universo, pero por ahora sólo podemos preocuparnos por aquellas que tienen los medios y el interés de llegar hasta nosotros. Lo que pienso es que en el futuro (si es que llegamos tan lejos) nos tendremos que preocupar por los mundos que conquistemos nosotros como aliens para ellos, cuando nuestro planeta se encuentre al borde de la muerte, y nuestra galaxia quede como el recuerdo del primer sistema destruido por la humanidad del planeta Tierra.  

Foto de Albert Antony en Unsplash