No hay yo

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De las ochenta y seis Sofias que existen, según la persona con la que más paso tiempo,  las más simpáticas son las que cantan, cuentan chistes o inventan cosas sin sentido alguno. Sofía versión policía municipal da miedo, Sofía presidenta municipal está decidida a cambiar al mundo con una fundación de becas y es tenaz. Sofía cocinera le encanta. Sofía guarura le genera tranquilidad y sensaciones de protección. Sofía bailarina y deportista son amigas suyas. Sofía exploradora de la foresta y cacomixtle son de su predilección. 

Para los budistas —en una versión bastante simplista de su pensamiento— no hay tal cosa como el yo, ya que éste es simplemente una construcción del ego que nos aleja de lo realmente importante: la vida tal cual es, sin filtros ni mejoras o versiones alternativas subtituladas en español con finales cordiales. El invento egoico del yo nos separa de las acciones altruistas y por otro lado nos aleja del mundo como es. 

El yo, al no existir, es decir, en su nulidad, nos permite ser lo que somos sin interrupciones y desata todas las cosas que pueden ocurrir dentro de un cuerpo físico o espiritual (según lo que uno crea). 

Yo no —dice el niño al que le echan la culpa de haber hecho algo socialmente inaceptable. 

Yo no —dice la persona congruente con altos estándares morales. 

Yo no —cuando hay una dieta de por medio. 

Yo no, no. 

No hay yo

A woman dancing. Collotype after Eadweard Muybridge, 1887. Wellcome Collection.