La bioluminiscencia producida por ciertos dinoflagelados que se observan en algunas bahías o lagunas llanas del mundo es una de las formas en que podemos admirarnos de una suerte de agua luminosa, pero no la única.
La otra consiste en echar un vistazo al sistema de refrigeración de un reactor nuclear, gracias a un efecto conocido como efecto Cherenkov. Las partículas de radiación electromagnética se desprenden como producto de la reactividad del combustible nuclear dentro de aquel, para atravesar las moléculas de agua a una velocidad mayor que la de la luz y producir una interferencia sobre sus electrones, lo que resulta en una liberación de fotones o partículas de luz. Mientras que la explicación para la tonalidad que presenta, se debe a que la velocidad a la que lo hacen produce ondas de alta frecuencia, u ondas de longitud corta, lo que se traduce en el característico tono azul, de acuerdo con el espectro visible de la luz.
Quizá nunca veamos llorar a un monstruo radioactivo sobre una piscina para llenarla con sus lágrimas o su pis, pero sí que podemos saber o hacer algo respecto a los trastornos mentales derivados de la desigualdad; el racismo en el mundo, la sobreexplotación de los mantos acuíferos, el agua radioactiva de Fukushima, la adaptación semántica del término boomer, las buenas intenciones del perrito Chems, y las nuevas y peligrosas drogas sintéticas.
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