¿Hay espacio para la contracultura en el siglo XXI?

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Las fronteras se han desdibujado en cuestiones culturales1. En efecto, el espacio ha perdido importancia. Toma sólo un clic, por ejemplo, encontrar los éxitos del K-pop o las noticias sobre Myanmar, sin importar la ubicación geográfica. Miles de espectadores corean las canciones de BTS o protestan en redes sobre las injusticias en países lejanos. Oriente, otrora ajeno y exótico, hoy resulta familiar y presente en millones de personas distanciadas culturalmente. 

El mundo occidental ha homogeneizado las diferencias culturales, permitiendo así plantarnos en terreno común. En consecuencia, el nivel local y comunitario queda supeditado a las dinámicas globales que disminuyen los espacios de resistencia necesarios para generar contracultura. Es decir, los elementos culturales están yuxtapuestos, los límites con la otredad son meramente conceptuales; al fin y al cabo, en la cotidianeidad compartimos la misma urdimbre cultural constituida por múltiples elementos pertenecientes a distintos espacios —anteriormente delimitados pero hoy enlazados en la identidad occidental—. Por lo tanto, la diferencia cultural queda simplificada. Todo puede encajar en la cultura de Occidente.

En cierto modo, la globalización trajo consigo una sobrecarga nunca antes vista por el hombre, ya que millones de datos digitales logran rebasar la capacidad de análisis individual. Es natural que incluso el más avezado espectador pueda perderse en el mar global de información. Los acontecimientos relevantes son retenidos entre las olas informáticas, y la fugaz exposición de las redes sociales es vital para mantener el constante bombardeo de datos.

En otras palabras, cada vez más irrupciones contraculturales quedan perdidas en el infinito mar de información. Esto último, combinado con el desdibujamiento de las fronteras locales, conduce a concluir: la contracultura está en peligro de extinción.

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1. Han, Byung-Chul (2018) Hiperculturalidad. Cultura y globalización, Barcelona: Herder, 1a edición digital.

Pieza digital de Steve Johnson