Empatía

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Intento entender el feminismo de mi época desde una ventana del piso cincuenta de un edificio de cien pisos, intento entenderlo con las impresiones de lo que las definiciones, la sociedad y la historia me han salpicado. Hago esta búsqueda de entendimiento en dos vertientes, una de forma conceptual y la otra de forma empática. Tomo un apunte en mi libreta mental para escribir que el feminismo implica un pensamiento inclinado por la obtención de mayor oportunidades para las mujeres en diversos ámbitos como el laboral, social, económico, político, etc., así como la reducción de violencia hacia ellas por causas injustificadas como su sexo y otras irracionalidades. Detrás del cristal miro la cólera de esas mujeres y es aquí en donde se destapan o deberían destaparse las inquietudes antes de que los dedos índices se elevaran; después de apagar la televisión y cerrar la nota virtual en internet y antes de enfurecerme por un poco o mucha tinta en las paredes y monumentos de una ciudad, pienso en sus motivos, pienso que desde el piso cien de este edificio se elucubra el plan que anuncia a toda la ciudad que en realidad no los tienen, nos dicen que centremos nuestro juicio en el caos que causan y las labores que descuidan. Tengo un conflicto interno entre mis creencias y la moral, leo notas de “La Revuelta” de septiembre de 1976 del Archivo Histórico del Feminismo, leo la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, pienso en mi madre y las mujeres que veo a diario en el transporte público, pienso en las mujeres que odian a otras mujeres, pienso en el odio en general y finalmente pienso que hay muy buenos restauradores de espacios públicos, sin embargo, las mujeres de otros siglos y las de este tiempo han muerto y están muriendo con la reparación en deuda, así que me entristezco un poco y pienso en mí, pienso que yo no marcho pero al rato que vaya de regreso a mi casa pensaré de nuevo en todas estas mujeres y que abrazaré con un poco de entendimiento el dolor de muchas de ellas.