Aunque no duerma

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Aunque no duerma, alguien sueña. Sus deseos desahogados, mis intenciones como las escamas entretejidas de un pez que se seca en la costa. La profundidad de las ojeras y la mirada de humo como testimonios. Vislumbrar las consecuencias destiñendo el propio cuerpo. En el dolor se funde lo preciado. Nos empuja a un desierto incomprensible. Estoy expandida sobre el suelo buscando el latido del centro de la Tierra, la vitalidad del cambio de estación o sólo el ruido de las olas llegando a la orilla para humedecer los caracoles. Pero el paisaje es un vidrio roto. Una jauría de perros que persigo. Vuelvo a lo innombrable. Me encuentro yendo por el declive del descanso intermitente, los ojos se abren y cierran como las balizas de un auto. En el dolor mueren todas las teorías. Permanezco paciente sin paciencia en una sala de espera donde soy carnada. En el dolor cavo un pozo de rabia. Acorralo los síntomas para meterlos en una caja de zapatos, en una bolsa de basura o entre las flores de un jardín ajeno. Como la decisión de sacrificar a un animal lesionado, el mar detrás de mí se incendia. Deshidratada miro de frente al dolor y trato de herirlo. Bajo al flashback para buscar explicaciones. La obsesión por las respuestas y el recuerdo como un manuscrito. Me pienso heroica y le doy respiración boca a boca a los fantasmas. Pero pasa el destello y me acobardo: el dolor hará que por las noches se apaguen todas las luces de la capital y nos quedemos respirando en el nudo de la garganta. El dolor tiene sus dolores. Mientras tanto, no piso el camino que forman las hormigas en un acto de resistencia a la inmensidad. Acaricio las liebres, beso pájaros. Mi dolor no es el dolor. Busco salir de una zanja, que tal vez sea el propio cuenco de mis ojos, y al mirar a mi alrededor noto la suma de pozos que guardan los tantos otros cuerpos conmocionados. 

El dolor va a tener su tiempo. El tiempo va a tener su descanso. El descanso no va a estar corriendo carrera.

Foto de Jr Korpa en Unsplash