Ahora que lo pienso, sí me gustaban las matemáticas

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Recuerdos. En mi presente existen más recuerdos que momentos actuales: vivo en un constante ir y venir, sin realmente pertenecer a algún espacio o tiempo. Los días transcurren entre vívidas imágenes de lo que alguna vez fui y remordimientos por todo aquello que alguna vez hice. ¿Cuántas cosas di por sentado ignorando que, en retrospectiva, el presente siempre es aquello que más extrañamos?

Como infante, detestas asistir rutinariamente a la escuela, te vuelves experto en el arte de la mentira y te conviertes en el mejor actor simplemente para convencer a tus padres de que estás enfermo, de que no puedes ir a la escuela en ese estado. “¡Ma!, pero no quiero ir. No me gusta la escuela. Quiero quedarme a jugar todo el día”. “Tienes que ir, porque algún día serás grande, y tendrás que trabajar”.

Tenías razón, ma, ahora soy grande y tengo que trabajar, y quisiera volver a esos días en los que mi preocupación más grande era no perder mis canicas en el recreo. Me pregunto si la maestra Martha seguirá orgullosa de mí, que siempre terminaba los dictados antes que los demás. ¿Qué habrá sido de Carlitos? ¿Y de Diego? ¿Daniela me recordará? ¿Seguirá enojado Sebastián porque nunca le pagué los diez pesos que me prestó? ¿Se acordarán de mí tanto como yo de ellos? Ahora que lo pienso, sí me gustaban las matemáticas.

Hoy soy grande y tengo que trabajar, como bien profetizó mi madre, y no valoré aquellos días en donde la inocencia pueril y la curiosidad infinita eran las únicas armas que necesitaba para defenderme del mundo. Y así, existo en un estado perpetuo de alienación, en el cual soy más memoria que presente y más escuela que trabajo. Dime, Cronos, ¿qué he hecho para merecer el paso del tiempo?

Foto de Geronimo Giqueaux en Unsplash