Seis personas se pararon detrás de la cajuela abierta. Yo estaba sentado en el parque de enfrente y percibí ingenuidad por parte de la escolta. Según mi experiencia, habría sido mejor poner un soporte metálico debajo del ataúd. 

Caminé detrás de ellos con la única intención de recomendarles una posición más segura para  trasladar el cuerpo. Cuando los alcancé ya estábamos dentro del funeral. Me pareció imprudente corregirlos enfrente del público, así que busqué un asiento. Por fortuna, no había mucha gente.

El maestro de ceremonias dio un discurso y los miembros de la escolta entraron lentamente por el pasillo central. Para mi gusto, con demasiada lentitud. Estaban cerca de llegar al final de su recorrido cuando pasó lo que intenté evitar: el peso del cadáver rompió la base del ataúd, la caja se desfondó y el cuerpo cayó al piso, a la vista de los invitados.

Alguien empezó a gritar y la escolta se alejó de la escena, quizá en un intento de negar su responsabilidad, o porque no querían ver a su familiar cercano tirado en la alfombra. 

Yo esperé a que se resolviera el asunto, pero no encontré a nadie en la disposición de encargarse del cuerpo. 

Me acerqué al cadáver y lo acomodé boca arriba. Vi su rostro apagado y pensé que, en otras circunstancias, podría haber sido mi amigo. Lo tomé por debajo de los brazos y lo levanté. Por un segundo, quedamos unidos en un abrazo, algo que yo necesitaba desde hacía mucho tiempo. Con el cuerpo encima, pedí que pusieran el ataúd sobre la mesa del altar y me deshice de la carga. 

Regresó la escolta. Un par de personas se pararon en el estrado y contaron historias bonitas sobre el muerto. 

Al final, una mujer se acercó a darme las gracias por la ayuda y me preguntó cuál era mi relación con el difunto. Le dije la verdad, que no conocía a mucha gente en esta ciudad y que me había dado mucho gusto coincidir con esa persona. Como ya quedaba poca gente, me despedí y vi que todavía tenía mucho tiempo libre, así que regresé a la banca del parque.

Foto de Ignacio Amenábar en Unsplash
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Emiliano Pérez Grovas Zapiain (Ciudad de México, 1995). Es egresado de la Licenciatura en Comunicación con Especialidad en Cine por la Universidad Iberoamericana (UIA) y actualmente estudia un MFA en Escritura Creativa en la Universidad de Texas en El Paso. Ha colaborado en revistas literarias como Puntos y Comas, Página Salmón, Marabunta y Círculo Editorial Azteca y ha presentado cortometrajes en festivales como el Portland Comedy Film Festival, Big Shoulders International Film Festival y el Tijuana Film Fest.