El humor es una de las múltiples formas en que el pensamiento humano se articula, se desdobla y transparenta. Un chiste contado en el momento preciso, puede descolocar al más serio de los invitados o acabar con cualquier instante de tensión. Nunca viene mal reírse un poco; las complejidades de la vida cotidiana serían insoportables de no poder esbozar una sonrisa o de soltar de vez en cuando una carcajada.
Pero no toda expresión aunque busque divertir puede considerarse humor. A menudo, la comedia requiere de inteligencia y sensibilidad para articular de forma distendida los elementos (concretos o simbólicos) de la realidad. Por eso, un chiste, también nos habla del tiempo y las condicionantes sociales en que se origina.
En un tiempo como el nuestro, el humor se yergue como otra opción para increpar los modelos conservadores y extremistas. En esta perspectiva, es deseable reflexionar sobre la delgada frontera entre el humor negro y el uso del chiste como método soterrado para fomentar la violencia y discriminación. El primero cuestiona situaciones sociales mediante la sátira; el segundo obstaculiza derechos fundamentales a sectores por motivos de color de piel, lengua, creencias, género o posición social.
Por ello, es preciso cuestionarnos cómo desarticular estos discursos para no reproducir acciones discriminatorias.
Lo anterior no implica censurar expresiones distintas a las nuestras, sino emplear un filtro crítico que devele estas intenciones: prácticas segregacionistas y violentas como el clasismo, el racismo y el sexismo muchas veces se esconden detrás de un no tan inocente chiste.
En ese sentido, en un contexto de redes sociales e hipercomunicación, es preciso un ejercicio (individual y colectivo) de introspección para identificar aquellos condicionamientos heredados del colonialismo, que jerarquizan y estigmatizan a sectores de la sociedad con el fin de seleccionar contenidos de entretenimiento que no se sustenten en la discriminación hacia grupos que históricamente han sido segregados.
Foto de Brian Lundquist en Unsplash
Excelente trabajo. Creo que pone sobre la mesa algo fundamental: la producción discursiva. Un pensamiento crítico debe ser capaz de ver en estas expresiones y usos del lenguaje prácticas histórica reales. Muchas gracias por compartir.