Víctimas de la moda

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“Redujeron las tallas otra vez”, dijo mi amiga Laura mientras veíamos ropa que ni en sueños podríamos comprar porque estamos quebrados. Al principio no le creí, pero sus palabras se quedaron en el fondo de mi conciencia, resonando. Mientras más prendas veía, comprobaba que lo que decía era verdad. Más tarde, por primera vez, enfrenté la traumática situación de que alguna prenda no me quedara por ser muy pequeña. Poco a poco, comencé a entender la importancia de la representación de los cuerpos a través de la posibilidad o imposibilidad de entrar en un top chico o extra chico. Los maniquís silenciosos nos intimidan con sus miradas desvanecidas y su figura estilizada mientras posan incómodamente.
       Considero que no se habla lo suficiente sobre la reducción de las tallas en la ropa convencionalmente asociada con lo femenino en Occidente. Las prendas extra chicas son concebidas para mujeres con una fisonomía casi infantil o una delgadez extrema que, en la mayoría de los casos, puede ser poco saludable. En la “ropa de hombre”, contrariamente, incluso la talla más pequeña resulta grande para cuerpos delgados y pequeños que se alejan del ideal masculino. 
       Las marcas comerciales más populares de ropa no representan mi cuerpo. Que continúen produciendo tallas a partir de modelos estéticos poco realistas es un acto de violencia, pues refuerza ideales de belleza coloniales que han ocasionado tantas inseguridades, dolor e injusticias. La “ropa de hombre” usualmente me queda grande por ser “poco masculino”, y no siempre quepo en la “de mujer” por ser “muy gordo”. Optar por modelos que genuinamente consideren la diversidad de los cuerpos y los géneros es un paso importante para frenar la violencia contra las corporalidades, aunque definitivamente no es una solución absoluta.

Foto de Clem Onojeghuo en Unsplash