Vocho amarillo

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a el Güero

¿Recuerdas?
cuando escapando al fin de la escuela
la carretera era como una noche
donde una estrella herida de curiosidad caía   
convirtiéndose en un escarabajo metálico, 
que posaba su cansancio en mi hombro,
sobre el horizonte tímido de nuestras sonrisas,
cuyo brillo envolvía en llamas la soledad que corría
desesperada frente a nosotros, iluminando la carretera
por la que caminábamos y jugábamos para olvidar 
el abandono que en casa esperaba. 

Acuérdate 
de cuando la musa se vestía del ruidoso amarillo 
y danzaba sobre mis nudillos hasta convertirlos
en el cincel que tallaba en el mármol de tu piel 
la morada solidez de nuestra amistad;
que con el choque de mis lágrimas sobre tu mano
componía la melodía del dolor, 
que agarraba de las orejas a la rabia de los niños, 
quienes rompían como una piñata nuestros rostros, 
hasta arrojar su odio al abismo de la memoria
donde la boca de aquellos niños colapsaba
con los explosivos de patadas que sus padres fabricaban 
leyendo el instructivo escrito por el abuelo Caín,
quien oyó en la huida de la sangre el nombre del dios,
el poder, con que el hambre del deseo se sació de realidad.

Pero tú no me podrás recordar 
ni el refugio de la risa ni el bálsamo de tu compañía
ahora que no reconozco el rostro de mi pasado 
deformado por los puñetazos de la pobreza y la desconfianza,
ahora que el dólar quebró tu clarinete frente a tus sueños
y cercenó de tu familia la música de tus besos. 
Hoy caminamos separados por la carretera del suicidio
donde sólo el polvo de mi cuerpo jugará entre tus huesos, 
sin que pueda secar de tu pelo rojo los escupitajos del racismo,
sin que puedas ser mi carne ante los trancazos del academicismo.
Amigo, ya no puedo resistir los golpes del olvido.

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Edwin Guillermo Pérez Flores (Ciudad de México, 1996) es egresado de la licenciatura de Letras Hispánicas de la UNAM. Ha publicado en sus sueños una antología de poemas de sus mejores días (pronto saldrá la de sus peores). Ha coordinado junto a la Soledad, un proyecto ecológico y cultural cuyo fin es recolectar las lágrimas de quienes sufren para convertirlas en esperanza. Ha realizado residencias en la Melancolía, la Rabia e incluso en la prestigiosa (y sobrevalorada) Felicidad. Es becario del Instituto Para Devolverle Al Pueblo La Poesía. A pesar del tiempo, aún le tiemblan las palabras. Para más poemas síganme, en TikTok, en @elgueydelospoemas.