Reivindicar el sexo

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Las reivindicaciones son, de facto, una tentativa por transformar un orden existente. En ese sentido, reivindicar es contender contra los defensores de un sedentarismo, de algo ordinario y asemejado. La percepción del sexo en la antigua Grecia era muy distinta a la de la era del cristianismo. Los antiguos griegos se caracterizaron por la reflexión y la continua búsqueda de la mediación. Situarse en el punto medio de dos emociones siempre presentes: priorizar la razón sobre la emoción. En el sexo, su posición se fundamentaba por los mismos principios,  el sexo se regía, no por premisas morales, sino éticas. Los griegos guiaban la actividad sexual con prudencia y reflexión. Sin embargo, esa tradición se desvaneció y en su lugar se afianzó una tradición más utilitarista. El sexo sufre transformaciones y nuevas concepciones. En los siglos XVIII y XIX, el sexo como enunciación queda prohibido, y como práctica eliminado: el sexo se reduce a la tarea reproductiva, a la concepción. Las convenciones y tradicionalismos son una forma de restringir la libertad.  Al ser el matrimonio el núcleo fundamental de las sociedades, cualquier tentativa de transgredirlo era una amenaza a la mecánica social. En los inicios del siglo XX las tradiciones comenzaron a ser más permisivas con el hombre, quien podía desarrollar una aventura extramatrimonial mientras su esposa se encargaba de preservar el orden familiar.  A finales de la década de los sesenta explota la soledad. Octavio Paz decía que la soledad era el sentimiento de saberse solos y desear cambiar ese estado. Cuando se reconoce la soledad, hay un impulso por metamorfosear el mundo o crear uno nuevo. Es el tiempo de las reivindicaciones multiculturales. Es en esa época donde se democratiza el placer. La liberación femenina, la plena decisión de las mujeres sobre su cuerpo es, asimismo, una nueva visión del mundo.  La mujer elige y ya no la eligen. Sin embargo, en la época de las ETS y sus consecuencias letales, el conservadurismo recobró fuerzas. Pugnando por el abstencionismo, no solo ignoran el problema, sino que tergiversan la problemática. El abstencionismo sólo aplaza el problema, no lo soluciona. En la era de los gérmenes es necesario retomar la tradición griega: la reflexión y mediación; el condón como arma férrea.

Karim Ben Van en Unsplash

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Mi nombre es Dylan Escamilla Lucio y tengo 21 años. Estudio el sexto semestre de la carrera de Ciencias de la Comunicación, con especialidad en comunicación política, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Soy una persona muy impuntual. Llegué tarde a la literatura y casi dejo plantadas a mis pasiones. Me gusta el cine y la política. Creo que las normas sociales pueden ser cuestionadas y trastocadas a partir de la literatura y el cine. Escribí un año en un portal digital de deportes, “El 9 y medio”. Publiqué alguna nota en “Aunam”. Comencé a escribir cuando, al hablar, tartamudeaba.