Todos hemos estado en medio de una reunión en la que alguien cuenta un chiste y todos se ríen, menos nosotros. Y existimos personas que podemos estar frente a un meme y seguimos sin sonreír. Algunos dirán que nuestra comprensión lectora es lamentable; mientras que otros acusarán con el dedo en el cielo que no tenemos alma.
El humorismo es malicia madura y tal vez aún seamos demasiado jóvenes para reír. Aunque disfrutemos de la comodidad, acostados en pijama, estamos lejos de los años obesos, de aquel humor que se sazona con los años. Sin embargo, sobran los imberbes que se sienten graciosos y tantos señores que se creen una institución cómica.
La risa es entonces, un problema espiritual, uno del que se huye. Quien haya profundizado sobre el humor, sabrá que el alma analiza primero y ríe como consecuencia. Pero quienes no reímos comprendemos que no es una escuela ni mucho menos una corriente. Absurdo sería intentar someter a una serie de patrones y reglas aquello que escapa de nuestra alma.
Todos los que no morimos de risa fuimos criados en la lógica y en la seriedad. Nos despojaron de los matices de la comedia. Insistieron que es debilidad y corrupción; casi un pecado de la carne. Sin embargo, todo país, toda nación y toda raza tiene su propio humor: muchas veces es machista y violento, otras veces dulce o melancólico. Pero los que no reímos, estamos descomulgados. No somos vistos como personas con sentido del humor, excluidos del rito de las banalidades.
Si queremos reír, debemos vivir. Expandir el alma a lo bueno y cruel de la experiencia humana. Aceptar que “los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida”. La risa nos permite hilar nuestras pequeñas derrotas y miserias. Es una fórmula que permite plasmar el profundo sentido del mundo.
Sign in
Welcome! Log into your account
Forgot your password? Get help
Password recovery
Recover your password
A password will be e-mailed to you.