La noche se tiñó de sangre 
al saber que necesitaba un lugar habitable;
le dimos sentido a la vida
cuando nos hicimos conscientes 
de una verdad que no pudimos transformar.

Nuestras almas se mancharon 
de una genealogía
que se siente en la carne,
que vive en las voces
que gritan libertad.

La mañana siguiente: no hubo coloración, 
no hubo flores, no hubo arcoíris. 
Lloramos a los caídos, 
abrazando su dolor y su sentir.

No es un mal
tenerle miedo a la muerte,
no nos debe angustiar 
y perturbar su llegada,
porque cada momento de la vida
debe entregarse con pasión;
porque cada momento de la vida
es un instante diferente;
porque cada instante
es una posibilidad de apertura;
porque cada apertura
es una posibilidad de morir.

Foto de Casey Horner en Unsplash

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Carlos Martínez Toribio. Nací en un pequeño poblado al sur de Puebla el 23 de octubre de 2000. Estudio la carrera de Ingeniería Mecánica en la Facultad de Ingeniería, CU.