La cultura ¿es para todos?

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He escuchado a gente que, con la mejor de las intenciones, insiste en que la cultura (entendida como el mundo de las letras y del arte) es para todos y que no es elitista; afirman que en realidad todos tenemos una inclinación natural hacia ella e incluso, que es una gran necesidad que debe estimularse y desarrollarse. Generalmente, ellos mismos escriben, bailan, pintan y, por tanto, se les enseñó que el arte nos hace más humanos, que nos ayuda a encontrarnos y conocernos: en algún punto de su vida adquirieron estas ideas. Luchan (y luchamos) para que el gobierno destine más recursos a ella, para legitimar estas actividades que con frecuencia son tan subestimadas por buena parte de la población. Y ahí entra un punto importante: si la cultura es tan necesaria y es (o debe ser) tan “para todos”, ¿por qué entonces se le desestima tanto?

Creo que, si decimos que “la cultura es para todos”, caemos en el riesgo de olvidar que pudimos acceder a ella gracias a la fortuna o, mejor dicho, gracias al privilegio. Si hemos podido acceder con frecuencia a alguna clase de apreciación artística, a un concierto o a una exposición, ha sido porque no tuvimos preocupaciones más apremiantes, como la salud, la vivienda o la comida. Sí, muchas de estas actividades son “gratuitas”, pero la centralización es una realidad, los traslados pueden ser un problema e incluso el tiempo y la energía son riquezas, son recursos que se agotan. 

Por otra parte, creo que no es tan acertado hablar de una inclinación natural a la cultura, por lo menos no a la “respetable” y digna de subsidiar. Es verdad que no a todos les apetece sentarse tres horas a ver una obra de teatro, mucha gente no disfruta de las exposiciones de arte y hay quienes ni siquiera se emocionan tanto con la música. Hay personas que pasan la vida lejos de este estilo de vida “cultural” (si podemos hablar de tal cosa) y tal vez les vaya perfectamente bien. ¿Tenemos acaso la autoridad moral para juzgar a alguien que no disfruta de esta idea de la cultura? ¿cómo legitimamos esta lucha para exigir que el gobierno destine a ella más recursos, si hay tantas cuestiones tan urgentes como la pobreza, la inseguridad o la salud pública? Sólo son preguntas, cuestionamientos a los que habrá que darles vuelta hasta encontrar una respuesta. 

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