En 1869 Julio Verne publicaba 20 mil leguas de viaje submarino, una de las obras más importantes de la ciencia ficción para la época. En aquella novela Verne exponía las maravillas técnicas del famoso navío Nautilus que para ese entonces parecían imposibles de realizarse; sin embargo la ciencia militar años más tarde daría aplicaciones reales a las especulaciones descabelladas del escritor francés.
Lo anterior no es un ejemplo aislado, la ciencia ha demostrado que es capaz de romper los límites entre imaginación y realidad de manera contundente.
En 1996 se lograba por primera vez la clonación exitosa en la oveja Dolly, hecho sin precedente para la genética. Han pasado 24 años desde aquel hito científico y mi mente no puede parar de imaginarse con curiosidad un futuro con la presencia de los animales fantásticos elucubrados por J. K. Rowling, o el bestiario de animales compuesto por la pluma de Norma Muñoz Ledo.
La ingeniería genética nos ha abierto las puertas de la pletórica ensoñación, tal vez sólo sea cuestión de tiempo, al igual que el submarino quimera de Verne, para ver esos sueños con nuestros propios ojos. Tan sólo hace falta la perseverancia científica y mucha… imaginación.