El ser, el ritmo interior y la descolonización

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“El ritmo interior es la única guía del ser humano… el día que el dominador se dé cuenta que tener de más es muerte, tratará de encontrar su ritmo”.
Victoria Santa Cruz

Con la llegada de los españoles hace 500 años, lo que hasta ese entonces se conocía como mundo para todos se reconfiguró, imponiéndose la medida del hombre blanco europeo (como al día de hoy). Ya no formamos parte de las colonias españolas; sin embargo, la cicatriz quedó en las personas que nacimos y habitamos este territorio.

Palabras para abrir una conversación como “perdón”,” disculpe”, “disculpe la molestia”, “patrón”, “jefe”,  “jefa”, “jefita”, “güero”, “güerita”, entre otras, son herencia colonial e inconsciente que arrastran una dolorosa historia de sometimiento y explotación, y que se enseñan como buenos modales. Podríamos pensar también en la conformación de los cuerpos con que las ocupamos más frecuentemente, así como con qué otros cuerpos las omitimos…

Durante estos cinco siglos, los colonizadores han buscado maneras de justificar los crímenes cometidos contra indígenas, las campañas de odio y la expulsión de asiáticos, sin olvidar el secuestro atroz y masivo de personas en África. Así, han empleado la superioridad cultural, religiosa, de sangre y de idioma. Pero también el racismo y el concepto de raza —apoyado incluso por la ciencia entre los siglos XVIII y XIX—, el cual dio paso a otros fenómenos: desde la eugenesia y el perfilamiento racial para “encontrar la esencia del criminal mexicano” que aún sobrevive, hasta prácticas coloniales actuales como el tokenismo, la apropiación cultural, la pigmentocracia y nuevas figuras trasnacionales.

La descolonización no es ojo por ojo. Su importancia radica en conocer que las desigualdades e injusticias que vemos en el presente no son un accidente; se pueden rastrear y han sido planeadas desde hace mucho. La descolonización nos permite decidir a quién apoyamos, cuánto abuso permitimos, qué y a quiénes les consumimos. Es buscar el equilibrio y encontrar de nuevo el ritmo interior.

Imagen de portada:Jeremy Lishner en Unsplash