Si algo nos ha acompañado durante toda la historia de la humanidad, son las historias. Las contamos no solo como entretenimiento, sino para interpretar y simplificar la realidad en un esquema de causa y efecto, casi siempre.

Cuando se trata de interpretar una realidad compleja, surgen los problemas pues la mítica premisa de héroes y villanos es muy atractiva, pero falaz.

Es reconfortante pensar que los dictadores fueron unos malvados que impusieron su voluntad sobre los países que dominaron y que los apoyaba gente igual de mala. Aunque afortunadamente en las democracias rechazamos la crueldad, la historia ha demostrado que ellos logran hacerse con el poder tras un gran respaldo inicial.

Un fascista surge en un contexto de sufrimiento, se presenta como un líder que aparece casi de milagro, que es impertinente contra el sistema deficiente y hace acaloradas declaraciones apuntando al mal que azota la tierra, que sean judíos o migrantes. Su historia, como un mito que desborda la realidad, lo presenta como un héroe al cual seguir.

Al aceptar su historia, separamos nuestra crueldad de la vida diaria, se trata del mismo mecanismo que vuelve difícil pensar en un nazi como un padre amoroso (porque son el referente de la maldad pura) que al mismo tiempo operaba las cámaras de gas.

Pensar que cualquiera de nosotros pudo haber sido un nazi es escalofriante, ponerse en sus zapatos no significa perdonar, pero nos deja una advertencia: aceptar una sola historia, especialmente si presenta soluciones sencillas, puede situarnos en posturas impensables.

Propongo como vacuna la empatía radical, entre más nos empapemos de historias ajenas (¡incluso ficticias!), menor es la posibilidad de aceptar la versión mítica de la realidad que al fascismo le gusta proyectar.

Foto de Mario Purisic en Unsplash
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Alejandro Villaverde Viayra (1994), actual licenciado en psicología y escritor de ficción. Llegó a la UNAM al cursar su bachillerato en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel sur para después continuar con sus estudios en la Facultad de Psicología, de dónde se graduó con mención honorífica. En el Colegio de Ciencias y Humanidades pudo publicar su primer cuento gracias a un concurso organizado por la universidad. Actualmente se desempeña como ayudante de investigador, escribe para un blog sobre narrativa y se prepara para la maestría.