Apología de una fascista no tan mala

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Producto del abuso, de la disciplina, de la intransigencia disfrazada de rigor, un tal Francisco se convirtió en dictador. El nunca quiso ser gobernante, simplemente se le dio. ¿Qué culpa tiene el soberano de haber nacido con el cetro en la mano? 

Que si Adolfo no aprendió a dibujar, que sí sabía pintar pero un mal judío lo reprobó, que si era una cuestión de clase, que si fue una canalización de su agresión, que si fue su padre, que si fue su madre. Que si es producto de sus circunstancias, que si así lo quiso Dios. Que si es cuestión de karma ¿Qué sé yo? 

Para no convertirme en una fascista y no encontrarme excusas debajo de la almohada, me lavo la cabeza a diario por dentro. A veces me encuentro con que la situación estaba peor de lo que esperaba, entonces: a esculcar ahí dentro y sacar lo que huele a muerto. 

Cuando ha quedado limpio mi contenido interno, salgo a la calle y, si puedo, me siento en la banqueta a escuchar el rechinar del mundo cuando avanza. Cuando veo dos ojos de esos que se asoman curiosos, me hago la desentendida para sacar plática y así me entero, quizá por oficio, por haber crecido en una ciudad mediana que huele a pueblo, de lo que ha ocurrido con esa persona. Cuando escucho sus pesares y le paso algunos de los míos, muchas veces en dos o tres frases cortas, se me ablanda el pecho, producto del intercambio compartido de especies. 

Ya sazonado el gusto, le entro parejo a la arreglada de la casa. Yo no puedo esperar que me atiendan o que limpien lo que ensucié, porque el día que lo permita capaz que me convierto en fascista de la pura fascinación de tener a otro haciendo lo que en realidad me toca a mí. A mí, a mí, a mí no me gusta que me mercantilicen las responsabilidades. 

Ensucio, limpio. Tiro, recojo. Rompo, no le corro. 

Para no perder el hábito de ser humana todos los días por la mañana me dedico a uno que otro par de tareas mundanas: lavar, barrer, recoger y así, cansada y empolvada, se me quitan las ganas de armar militancia. 

1 COMMENT

  1. Que disfrute enorme leer esta narración tan fluida, me atrapó desde el primer momento. Cuánta razón y que formas tan bellas de tocar un tema que a todos nos da sentido. Abrazos cariñosos Sofí.