Después del silencio…

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En el horizonte de la globalización y el neoliberalismo se han mercantilizado todos los ámbitos de la vida, las necesidades, lo público, los pensamientos, el deseo. Las fronteras entre las mercancías y la vida se han desdibujado, han surgido nuevos rostros del fascismo. 


Hemos construido a los otros de nuestro tiempo, los parias de la globalización a ser erradicados; los migrantes, los pueblos originarios, las mujeres, lxs trans, la difusa figura del terrorista… aprendimos el miedo a lo otro y los otros. Exacerbando la ilusión de seguridad. 

Hemos cedido ante los sistemas de control, somos vigilantes y sacrificamos nuestros derechos en pro de una seguridad que los Estados no pueden proveer, acaso ¿estamos frente a un frente único o ante un fascismo que tiene su origen en otro sitio más allá del Estado?


Ahora el enemigo surge en un mapa de coordenadas deslocalizadas, una inmensa red de relaciones de opresión, a toda voz, cuerpo y sujeto otro que sea desechable para el sistema. 

¿Cuál es la cara del fascismo? ¿Será que Donald Trump, Jair Bolsonaro y demás criminales son solo un rostro de un sistema estructural perfecto que permite su propagación y regímenes de visualidad? 

“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”.

¿Qué sentido tiene la poesía después de la barbarie? ¿Qué sentido tiene la poesía ante la barbarie por venir? 

La poesía a través del cuerpo reescribe, actúa desde lo liminal; desafía al fascismo, desafía al silencio, obliga a vernos, a estar y habitar juntos. En el presente nos queda aprender estar juntos, cuerpo con cuerpo, pensar un Estado otro, un nuevo habitar en un mundo común.