Soñaba despierta; un bikini asesino, un bronceado para morir y una caipirinha virgen en las manos. Un enamorado a un costado, tumbado tomando el sol. ¿Qué más se puede pedir? ¿Cómo pude dudar de la generosidad de la vida? Gracias, gracias, gracias…
Vuelvo a mi asiento del metro. Me bajo en Balderas para transbordar y llegar a Coyoacán. Para irme al Caribe tengo que trabajar.
Pienso en las becas a medias que gané este semestre; cubren parcialmente la inscripción pero no el vuelo ni los costos del viaje. Esa frustración se me atora en la garganta. La impotencia de estar tan cerca y tan lejos de Europa, del Caribe y de Silao.
Frustrada y esperanzada, sueño con un retiro en República Dominicana o Puerto Rico: chequé los precios en internet y sueño que si ahorro me puedo regalar un mes. Me veo en Jamaica comiendo camotes fritos. Planeo irme a Costa Rica, abrir un restaurantito que pague las cuentas; entonces me acuerdo de esa canción de mi primer millón. Welcome to reality!, grita la voz femenina y robótica del metrobús: “Siguiente estación: Doctor Gálvez”.
Excelente descripción de la mujer más valiente y maravillosa que conozco