Cuando lo nombran

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Cuando mencionan el Caribe no pienso solamente en el mar, los cocos, la fiesta y las bebidas. Más bien me inclino hacia algunos elementos de su literatura: la poesía de Martí, los textos de Carpentier, las tantas novelas, cuentos y poemas que me faltan por leer… Pienso en Cuba, específicamente.

       Cuando mencionan el Caribe recuerdo a un hermano mayor que escuchaba a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés, a Noel Nicola, y me duele saber que él ha perdido cierta convicción. Pero también veo a un hermano menor que aún los escucha, así como a una hermana lisiada que los redescubre. 

       Y con la música y la literatura inevitablemente vienen los sentimientos encontrados, la admiración por el compromiso revolucionario tan apasionado de aquellos caribeños, de aquellos cubanos. Aquel David que se ha mantenido tan férreamente frente a un Goliat imperialista, burlándose en su cara, provocándolo, enfureciéndolo.

       Pienso en las generaciones más nuevas de cantantes y trovadores. Llegan a mi mente Dayamí y Javier (Dúo Iris), Álex Cuba, Israel Rojas y Yoel Martínez (dúo Buena Fe), y, de la mano de ellos, las personas a las que inspiran con sus letras. También se hacen presentes Fidel y el Che Guevara, que mucho han influido en el ánimo y la resistencia de la gente.

       Cuando mencionan el Caribe, no sé, me entran unas ganas tremendas de ser una mejor persona. De resistir, como aquella islita. De ser unido, disciplinado, comprometido, considerado, revolucionario, humano.

       Cuando mencionan el Caribe, cuando mencionan Cuba, a Fidel, al Che, a Silvio y a los demás, mencionan, lo quieran o no, la revolución, sus frutos, el compromiso, la convicción. Inevitablemente, cuando lo nombran, cuando se refieren a él, pienso en amor.

Foto de Ban Yido en Unsplash