Dicotomías

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Ya en 1993 Anne Fausto-Sterling, en The Five Sexes, imaginaba una utopía en la cual la idea de sexo pudiera superar la visión binaria que limita a los cuerpos y que oprime a los sujetos desde la jerarquización heterosexual y patriarcal. Las dicotomías imponen fronteras que muchas veces consideramos como “naturales” o “biológicas”, y organizan la vida a partir de una serie de oposiciones (día/noche, mujer/hombre); sin embargo, las líneas que dividen estos conceptos no siempre son tan claras. 

Esta visión del mundo en contrarios se traslada también, por desgracia, al ámbito homoerótico, sobretodo el masculino. La categorización de cuerpos en activo/pasivo, penetrador/penetrado, reproduce estereotipos de género que, a su vez, refuerzan relaciones de poder en donde lo más valioso es lo masculino, mientras que lo femenino es visto como inferior. No es, en este sentido, el acto penetrativo lo que reproduce las opresiones, sin embargo, sí materializa estos imaginarios en los que los cuerpos que no cumplen con los dogmas de la masculinidad son vistos como objetos que se utilizan para obtener placer. 

De esta forma, el placer se jerarquiza y se enfoca en quien penetra, mientras que el penetrado debe asumir las responsabilidades de deshacerse de cualquier excreción corporal que pueda intervenir en el disfrute del cuerpo penetrador. Por supuesto, no se puede negar que hay sujetos que encuentran placer en ser vistos como objeto de deseo; no obstante, es importante reconocer que el deseo también se construye socialmente, por lo que el punto central aquí es la reproducción de las relaciones de poder heterosexistas desde las prácticas homoeróticas. 

Para deshacernos de las dicotomías es necesario cuestionar nuestros deseos y nuestras prácticas. Solo así podremos acercarnos al mundo que plantea Fausto-Sterling, en el cual los cuerpos no se deben ceñir a la normalización que dicta el sistema sexo-género. Un mundo de poderes compartidos.