Cerebros sin hogar: la unión como fuerza ante la adversidad.

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Actualmente se reconoce que las personas en situación de calle son especialmente vulnerables a presentar alteraciones cerebrales debido a factores como el abuso de sustancias, malnutrición, la falta de acceso a los sistemas de salud y la violencia a la que a menudo son expuestas. Al realizar evaluaciones mediante imágenes de resonancia magnética se han encontrado daños en estructuras como la amígdala, el hipocampo y regiones de la corteza prefrontal. Estos descubrimientos explican en parte los problemas socioemocionales, de memoria y la búsqueda de sustancias adictivas que caracterizan a estas personas. 

Aunque en ciertos estudios se describe la situación de calle como una condición en donde los individuos viven aislados y desconectados de la sociedad, otras investigaciones señalan la existencia de redes de apoyo entre las mismas personas que viven en la calle. Dichas redes proveen a los individuos con diversos recursos, tales como alimentos, drogas, ropa, dinero, además de protección y un sentimiento de pertenencia. Debido a lo anterior, algunos científicos proponen que esta interacción social podría tener un efecto neuroprotector, ya que se ha observado que ciertas capacidades cognitivas se mantienen intactas en estas personas, a pesar de los daños antes mencionados. Tomando en consideración estos hallazgos y sabiendo que la interacción y el apoyo social generan múltiples beneficios en la salud física y mental de las personas, el promover redes de apoyo entre las personas sin hogar pareciera ser la panacea ante sus padecimientos. No obstante, en la sociedad aún impera un gran estigma hacia este sector de la población. Los cerebros que tienen el privilegio de contar con un hogar miran con recelo a los que no lo tienen y, en ocasiones, incluso evitan cualquier contacto con ellos. Mientras los cerebros privilegiados no cambien su percepción, los cerebros sin hogar seguirán apoyándose entre ellos mismos.

Foto de Shane Rounce en Unsplash