No es fácil hablar sobre la sexualidad, sobre todo cuando conversamos con personas que no comparten nuestra ideología. No se trata nunca de querer cambiar la opinión de los demás, sino de ampliar el panorama. Podemos empezar por nosotros mismos: informarnos y darnos a la tarea de conocer mejor nuestro propio cuerpo.
Cuando los niños preguntan por primera vez qué es el sexo o qué son las partes íntimas, la mayoría de las veces reciben respuestas evasivas o incoherentes que los dejan con más y dudas. Posteriormente, en la adolescencia, conocemos un poco más por las pláticas que nos ofrecen en la escuela. Sin embargo, son poco efectivas porque insisten en utilizar información muy escueta que nos genera más incertidumbre que certezas y claridad. Por eso, es común que recurramos a nuestros amigos o a consultas en internet y no siempre quedamos satisfechos.
Pienso que si a una persona se le explicara qué es la sexualidad y lo que conlleva, desde la transición de la infancia a la adolescencia, disminuirían muchos de los problemas que hoy en día se presentan en nuestra sociedad.
Por ejemplo, la edad promedio en México en la cual los adolescentes tienen su primera relación sexual es entre los 12 y 15 años. La mayoría de ellos desconoce qué son los anticonceptivos o cuáles son los riesgos de no utilizar alguno. Si estas dudas se resolvieran en un ambiente familiar, de confianza, en el que se sintieran cómodos y protegidos, sus problemas disminuirían y al llegar a la adultez tendrían un vasto conocimiento sobre el tema.
Hay información que podemos obtener con solo una búsqueda en internet, pero esto no nos asegura que la información que obtengamos sea correcta. Por eso, siempre es bueno acudir con un profesional y, sobre todo, con alguien de confianza.