nos retorcemos
somos todos idénticos
triángulos revoloteando
su trabajo de colores
bajo el cielo
   de las tres
     de la tarde

mientras los esquites
hierven como siempre
   salados
en su agua puerca
seguimos trabajando
aunque sean
     las tres
        de la tarde

una vez que permites
que te afiancen como a un globo
de pepa pig con cinta
   entonces nada
podrá sostenerte: de nuevo

ni los pájaros pueden
callar el pitido del señor
del tráfico: llora un niño
   qué quiere
mi niño: quiere
que le compren
un volován: por favor
   cómprame
unos minutos en otra fila
un poco de sus risas
llenas del helado obeso
del ángel

el aceite
zambulléndose
en los churros:
   la melodía
       de las tres
   de la tarde

retumba el masticar
de unas papas fritas
el himno nacional
las trompetas
sus tambores
la banda de secundaria
truena al ritmo de las bolitas
en los cigarrillos de nuestros padres

pero ellos
no pudieron
pero yo pensé
que podría
pero no puedo

con la camiseta
ya me puse
el banderín
   mira qué lindo
a las tres
   de la tarde

no hay tiempo
que a mi farol nadie lo prenda
mi huella es una bombilla
   blanca y rota
chispeando verde luz
junto a otras bombillas sudadas
          a las tres
   de la tarde

pero qué lindo es que volteen
aquí arriba
y digan qué bonito
adorno
qué bonita esta fiesta
patronal
pero nadie
desde mucho tiempo
oye nuestro llanto
cuando pasa el aire

Foto de Lukas Blazek en Unsplash
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Pablo Rodríguez (Xalapa, Veracruz, 1997) Poeta, gestor, reseñista y editor. Estudió Letras en la UV. Ha publicado poemas en medios impresos y digitales dentro y fuera del país. Vive en una ciudad donde la gente come mucha salsa de chile seco.