Ella dijo que sería una pantera.
Se puso en cuatro patas y empezó a rasgar el aire.
Excitado, me puse a pensar en qué animal podría follarse a aquella magnífica fiera, además de una pantera macho.
(No quería ser juzgado por mi falta de imaginación).
Pensé en el león, el rey de los felinos;
quién más digno de penetrar a aquella gatita.
—Seré un león— dije emocionado, mientras ella meneaba su trasero de un lado a otro.
Ella se defendía e impedía que me acercara mostrándome los dientes,
soltando gruñidos.
Ignoraba que cada vez que hacía eso, más y más la deseaba.
Rodeé la cama mientras la acechaba, moviendo los hombros desnudos alrededor de ella sin despegar la mirada de sus ojos felinos.
Aventó un zarpazo vacilador, cuyo objetivo era hacerme cambiar de opinión ante la idea de tenerla.
La tomé de sus brazos y la aventé violentamente a la cama mientras soltaba gruñidos y trataba de morderme.
Se sacudía desesperada debajo de mí.
Me quedé mirando sus deseos de seguir libre, pero no podía dar misericordia;
Ya no podía más contener mis impulsos salvajes.
Nos mordimos, nos rasguñamos y al final, como buenos felinos, nos acurrucamos ronroneando uno al otro.
De pronto, ella volteó a verme y dijo preocupada:
—Ahora hay que cuidarnos, hay cazadores afuera.
Y continuamos nuestro abrazo.
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