En la actualidad, el ser humano vive, grosso modo, la utopía que Hanna y Joseph Barbera —creadores de los Supersónicos— plantearon ante la pregunta: ¿cómo será la vida en el futuro?
A lo largo de la historia, el ser humano ha construido una serie de complementos y accesorios que brindan facilidad, practicidad y comodidad a su existencia. Algo simplista y hasta cierto punto banal por parte de un mono que en la escala del calendario cósmico hace apenas unos instantes atrás se acicalaba con sus semejantes. Un mono que ha soñado con la comodidad de tener todo al alcance de su mano sólo con presionar un botón.
Desde la invención del robot Elektro en la década de los treinta hasta la versión más actual como el robot Ameca en el siglo XXI, la finalidad prevalece: hacer eso que el hombre no tiene la disposición de hacer o la capacidad de realizar. Aunque las labores domésticas, los trabajos riesgosos y la repartición por correspondencia es algo superficial, los algoritmos matemáticos que integran el funcionamiento de un robot superan sin esfuerzo la capacidad humana que involucra realizar una operación quirúrgica de alta precisión.
Los avances de la robótica se han enfocado en la búsqueda de formas de colaboración más eficaces entre robots y personas, con la única finalidad de impulsarnos a realizar las cosas en las que el ser humano sobresale del resto de las demás especies: pensar, analizar, ser creativos e innovar.
Aunque no toda la visión robótica se ha desprendido de sus investigaciones bélicas, la ficción y la cultura popular nos ha permitido digerir de manera más amena y benevolente la introducción de la revolución robótica. Resulta casi imposible no reconocer al menos a alguno de los siguientes personajes del cine y la televisión: Robotina, El Gigante de Hierro, C-3PO, Bender y WALL-E.
Asimismo, historias como Blade Runner y la más reciente serie de streaming Cyberpunk Edgerunners han abordado el tema del transhumanismo, donde se busca la mejora física e intelectual del ser humano por medio de la biotecnología y la mecanización de las partes del cuerpo: ¿Qué tantas partes del cuerpo podrán retirarse sin afectar la psique del individuo? ¿Qué tantas extremidades y órganos internos podrán reemplazarse sin que se rechacen o se obtengan complicaciones del funcionamiento biológico? ¿En algún punto podrá considerarse humanizar a un robot y mecanizar a un humano como un proceso similar y no un proceso a la inversa?
Aunque el transhumanismo no está a la vuelta de la esquina, los resultados obtenidos durante la última década en tecnología aplicada a la salud son asombrosos; actualmente no sólo existen prótesis menos rústicas, más ligeras y resistentes, sino incluso aquellas que funcionan con el campo eléctrico desprendido de las señales cerebrales.
Temas como el transhumanismo y la ingeniería genética se han visto envueltos históricamente en una serie de dilemas éticos y morales sobre la preservación del estado natural del ser humano. No hace mucho tiempo, la inseminación artificial y la clonación fueron temas controversiales. Ahora se cuestiona si sería antinatural que la fatiga y el dolor disminuyeran considerablemente o cesaran, o que las enfermedades sean combatidas desde la manipulación genética y no con antibióticos.
Quizá en un futuro distante fusionar la biología y la robótica será algo tan simple como ensamblar un par de piezas de Lego; tal vez la inteligencia artificial consolide la simbiosis entre el humano y la máquina y se potencie la digitalización de las cosas en su máximo esplendor, las relaciones físico afectivas entre humanos y robots sustituyan el vínculo interpersonal en la sociedad, y la revolución cognitiva sea sustituida por una forma de pensamiento transcendental a la emotividad más apegada a la lógica. Quizá cuando sea posible desprender un cerebro humano y su conciencia del cuerpo, podremos redefinir el concepto del alma. Entonces, no seremos ni robots, ni humanos.
Imagen de Wikipedia, Cyberpunk 2077 box art.jpg, https://image.api.playstation.com/vulcan/ap/rnd/202008/0416/6Bo40lnWU0BhgrOUm7Cb6by3.png