Cuando hablamos de magia, mil y una referencias nos vienen a la mente; desde el mago de la fiesta infantil y aquel hombre que saca un conejo de un sombrero, hasta ese niño de gafas redondas y cicatriz en forma de rayo. Sin embargo, existe una criatura especial indudablemente ligada a la magia; podría decirse que no se puede separar la una de la otra, y son más las veces que nos viene a la memoria que las que no: esta figura mítica corresponde a la bruja.
Bruja es, entonces, otro término que en sí mismo está cargado de sus propias referencias y significaciones, a veces buenas y otras malas, pero siempre fascinantes. A través de esta figura es posible discernir los distintos cambios que ha sufrido la mentalidad humana, desde las creencias mágicas hasta el rol que ha tenido la mujer en las sociedades occidentales. Y es que el tándem bruja-magia ha existido desde la aparición de la humanidad; en tiempos antiguos, bruja era simplemente aquella mujer y curandera que poseía los conocimientos de las plantas y la naturaleza, quien ayudaba a los demás y jugaba un rol importante en su comunidad. Con el pasar de los años todo se deformó; el poder que se obtenía de la naturaleza se transformó en el poder obtenido de las llamadas “fuerzas diabólicas” (que eran oscuras, peligrosas y, sobre todo, sexuales).
En tiempos modernos, este concepto es una combinación, un (re) descubrimiento e incluso un nuevo entendimiento de lo que implica ser mujer. Porque la historia de la bruja es también la historia del cambio del paradigma, de la magia y de los tiempos. Al final del día, una adolescente con un gato que habla, una anciana que devora niños en el bosque, una superheroína capaz de crear una nueva realidad y Beth Miller cantando alegremente I put a spell on you pueden entrar en la misma categoría gracias a la magia.
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