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Buscando en la inmensidad de Internet un horno de cerámica eléctrico casero que pudiera pagar —que no existe— me encontré un mini horno para hacer trabajo en vidrio. 

Una cosa llevó a la otra, como en cualquier romance clandestino, y empecé a pensar en cómo invertir el finiquito de mi último trabajo, del cual me despidieron por tener COVID y no cumplir las expectativas de la empresa bajo esas condiciones (o al revés, al final da lo mismo). 

Sin trabajo con sueldo nominal e insomne, decidí invertir en mi proyecto personal y apostar un poco más de dos centavos por mí. 

Compré los materiales, recé —es un decir, nomás prendí una veladora— porque llegaran a tiempo y esperé poco más de dos semanas para tener todos los ingredientes de la felicidad completos. 

Una vez que éstos llegaron, como una niña pequeña estrenando juguetes hice temerosa la mezcla para vidrio. Me prometí guardarla como la primera piedra de un camino largo que hace rato comenzó y no estaba adoquinado. 

Cada pedazo de trama colorida se fue abriendo ante mis ojos y el rompecabezas de piezas irregulares se armó a sí mismo. Sin esfuerzo pero no sin maña hice el primer collar. Las temperaturas que mi madre me enseñó, las mezclas de sustancias que aprendí con mi hermano y la proporción que él obtuvo de mi cara midiéndola con los dedos para ver si era áurea. Cada una de las partes empezó a cuajar y cristalizar como las piezas de vidrio. Además de que me hizo sentido trabajar en esto, por principios morales decidí donar un tercio de cada venta a un albergue para mujeres ubicado en la ciudad en que crecí. 

De repente me llegaron inspiraciones proverbiales y me dieron ganas de decirle a la gente cosas como «la vida es como trabajar con vidrio» o «el carácter se moldea con el calor y la presión, como el vidrio», cosa que afortunadamente no hice. Ya en ánimo de practicante de vidriera empecé a recuperar la autoestima perdida en una larga carrera de experiencias profesionales, muchas de ellas infructíferas e insatisfactorias. O no: a la luz del vidrio, parece que todo lo que hice antes se suma para convertirse en una pieza terminada.

Foto de portada proporcionada por la autora del texto.

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25 años de pura prueba y error. Teatrera desde la infancia, Desarrolladora Territorial por profesión. Letrera por afición. Deliberada adicta a los dichos populares. Neo no nazi. UNAM ENES León 2016-2020 Desarrollo Territorial, primera generación.