Me arruiné.
Me descompuse.
La mecánica orgánica a medias funcional
se deshizo en pedazos.
Me disminuyó a carne infecciosa.
Días y termómetro en cuarenta.
Mis poros: tubos de escape.
Humo por los oídos y baños fríos.
Qué labios tan rojos.
Más bonitos
nunca han estado.
Lloro una paliza interna y sangrados que no veo.
Fugas, averías, venas hechas telaraña,
la tensión de las sienes:
cuánto defecto. En fin.
Qué mal funcionamiento.
Pinchazo 1.
Tercer día; al reparador.
Una llamada a urgencias.
La antesala blanca, estéril,
huele a muerte limpia. Desinfectada.
Cierra el puño.
El de la mano derecha (qué dorso inocente).
Respira. Cuenta hasta cinco y…
Torrente sanguíneo de alimentación directa.
Conectado a plasmas,
hierro refrigerado,
antibióticos pálidos
sin burbujas de coctel.
Es normal el sabor metálico
en la boca,
¿verdad?
Mi alivio es inferencia;
Presión arterial
a la medida del desmayo.
El desorden sensorial afecta mi pecho
a una taquicardia del derrumbe.
Es igual a ATURDIMIENTO: glóbulos blancos perezosos,
hemoglobina a la mitad de su producción normal.
Triada: útero, ovarios, tiroides.
Dismenorrea hemorrágica mensual.
¿Tomas, fumas, te has embarazado?
Contesta con sinceridad.
Doctor, escucho tras la cortina izquierda,
llevo dos días, entiéndame, dos días entubado sin probar alimento.
Todavía no me dicen qué tengo en el estómago.
Pinchazo 2.
¿Tú qué tienes?
¿Disculpe?
Tu diagnóstico.
No sé. Estoy esperando.
Está mal puesto el catéter. Préstame tu mano.
Borbotones…
gotas
calientes.
Tres manchas
marrón rojizo
de mí
al suelo.
Pinchazo N.
Biometrías hemáticas de rutina.
Cada ocho horas, cada seis horas.
Alterno brazos. Aprieto los dientes.
Mis venas son un circuito abierto.
Un delta de amazonas.
Jamás fui más líquida,
más blanda, más dócil.
Piquete N en grado 2.
Tomografía con medio de contraste.
Mis órganos se hacen hermanos
del espinazo del pez.
Puede que sigan brillando
con un verde fantasmal,
después de que el yodo
pinte los tejidos de neón.
La cabina de tomografías
captura el espectáculo
de mis entrañas teñidas.
Las placas se interpretan
como el mapa estelar
de una constelación enferma.
Tienes las dos venas hinchadas.
Pero si se rompe alguna,
no te preocupes.
Te buscamos vena en el pie.
Creo que no hay nada de ternura en la incisión –me gustaría
decirle al doctor–.
Los cortes se expanden
y con mi poca sangre
no puede haber cicatriz.
Qué impotencia.
Ser paciente me desespera.
Es por el sonido.
El sonido de la aguja en la piel
es de alta frecuencia,
capaz de romper tímpanos.
Puede ser leucemia.
Incipiente. Tranquila. No te asustes.
Los jóvenes responden bien
al tratamiento de cáncer.
Procederemos quirúrgicamente.
Necesitamos un pedazo, nada más,
de tu médula ósea.
Se hará una pequeñísima
INCISIÓN
en el pecho, a tu esternón.
Te prometo, es muy rápido.
Firmen, por favor.
El anestesiólogo se aparta
con anticipación.
Te vamos a arreglar.
A aceitar.
A encerarte los huesos
hasta que rechinen.
No te vayas a asustar.
Porque me mueves.
Y así no sirve.
Pero qué defectuosa
viniste a salirnos.
No te muevas.
Haz el favor.
Pinchazos penúltimos.
A un día del alta.
Un diagnóstico confuso;
arrancado de la mugre.
No sé qué significa precaución.
No sé qué significa negligencia.
Firmen aquí. Cuarenta mil pesos y honorarios.
¡Que tengan buen día! Y que se reponga.
Mira, sin preocuparse tanto.
Cuánta suerte, cuánta…
Sólo fue la infección, el susto y tres pinchazos.
Pasa con cuidado
por los detectores en centros comerciales.
Puedes activarlos
por radiación.