Un paraíso oculto: Margarita Paz Paredes

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La naturaleza ha sido la materia necesaria para la creación de la tecnología en cada una de sus generaciones. La literatura se ha proyectado con instrumentos primordiales como la pluma, la tinta y el papel, donde el ingenio de los escritores y poetas en prosa o verso se consolida y perdura a través del tiempo. Los temas eligen a sus autores despertando en ellas y ellos un deseo que no puede sosegarse al hablarlo o pensarlo, sino hasta tomar forma de poema, soneto, cuento, novela. La extensión no es fundamental, sino el contenido que crea las formas sublimes de pensamiento y sentimiento. 

¿Una pequeña isla? La poesía es castillo o abismo, pantano o valle… Y la poeta Margarita Paz Paredes tuvo en la palma de su mano el juego armonioso y romántico de la naturaleza. Platicó, pensó y escribió de ella retomando una tradición de la literatura mexicana, evocando un cosmos verde que sólo es posible ver a través de un caleidoscopio vegetal, que explora las formas de la tierra y las explica con atención. En los poemas “Carta desde un lugar cualquiera”, “Pequeña isla” y “Búsqueda” el ambiente se vuelve una isla afrodisíaca donde las ideas tocan tu piel hasta convertirse en parte de ella; un crepúsculo que vaga por los ríos para llegar a un destino siempre móvil; un mensaje errático que tiene como confidente al viento. 

Estos temas se proyectan en la antología Litoral del tiempo con senderos que se trazan en movimientos y fenómenos sociales que como poeta los vuelve imagen insondable en el tiempo. También nos muestra su faceta de ensayista en el ensayo La flor, símbolo mexicano de la vida y de la muerte, publicado en junio de 1950, donde señala el origen de la flor como “Efímera y decorativa, perfecta o deshojada, mortal y perdurable…”. La dibuja con movimientos, y como centro vital en la existencia de la gente. 

Si una rosa perfumada de rocío hablara, la poeta que entendería sus palabras sería Margarita Paz Paredes. 

Foto de Ameen Fahmy en Unsplash