La terraza de Yaya

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Hoy toca regar las plantas. Dicen que si alguien con depresión ocupa su mente en cuidar de otro ser vivo, ya no pensará en la muerte.
       Todo comenzó el día que Moira se fue. Jamás intercambió ni una palabra conmigo, pero yo siempre la escuchaba. En el salón, en el patio, hasta en el suburbano. Siempre tan sonriente, tan viva. Acostumbraba hablar del jardín que tenía en la terraza de casa de su abuela y de cómo en el transcurso de los años ese lugar se había convertido en una especie de refugio ante los estragos de la orfandad. 
       Moira vivía a un lado de la carnicería «La Vaquita». Una adelfa cubría el frontispicio e inmediatamente arriba de ésta se hallaba la famosa terraza. Desde abajo sólo se alcanza a ver una sábila que, según su abuela, tenía la misma edad que ella. 
—De veras, mijita, de no haber sido por ti, me voy detrás de tu má. Una vive por los hijos. 
—Están las plantas, Yaya. Yo no quiero tener hijos. Quiero tener plantas. Nos curan, nos alimentan, nos limpian, nos acompañan. En la práctica de hoy aprendí cómo hacer un huerto, pronto tendremos epazote para las quesadillas y zanahorias para tu jugo de los ojos.
—Ay, mijita chula. Hay cosas que ya no tienen arreglo. Son agüeros. Así es la vida.
—No digas eso, Yaya. Te pondrás mejor y continuaremos abriendo el zaguán cada noche. Tus quesadillas son únicas.
Hace un mes, exactamente, falleció doña Constanza. La directora nos pidió apoyar a Moira y todos voltearon a verme porque saben que me queda de paso. 
Desde la esquina, vi cómo echaba llave a la puerta. Cargaba con su mochila y un hatillo. Su figura suscitó ese vacío en el estómago que lo alerta a uno de ponerse a las vivas, de que algo importante está sucediendo. 
—¿Volverás, verdad? ¿Qué pasará con tus plantas? —alcancé a decir, quizá gritar.
Como si estuviera esperándome, volteó en un santiamén y me arrojó las llaves.
Esta rutina me ha brindado cierto sosiego. Pero aún pienso en la muerte, en aquella que uno sufre cuando alguien se va sin decir nada. 

Foto de Sigmund en Unsplash