Un desfiladero de cortisol me recorre la membrana.
Tengo tanta rabia,
se me nubla la vista,
pensando en reventar cráneos,
en disolver en ácido todo este dolor,
es culpa y enojo.
Cargando peso ajeno,
que lleva el nombre de mi sangre,
el útero se encarga de vivirlo.
Mis tripas en llamas,
donde el desagüe se vuelve amigo.
Todo se irrumpe,
erupción, se quiebra,
un diluvio de silencio.
Ya ni llorar sirve,
solo recurrir a soluciones frívolas,
a músicas cortas, con letras tristes.
Sueños de cansancio,
los golpes se hacen vivos,
todo se disipa.
Es mejor no traer sueño al mundo,
que terminará en pesadillas.
Foto de Taylor Deas-Melesh en Unsplash