¿Qué es lo primero que piensas al leer la palabra mapas? ¿Pensaste en un pedazo de papel viejo, amarillento, y grande o al menos más grande que la palma de tu mano, como los mapas de las películas de piratas que incluso están rotos de lo viejo que son?
Durante la carrera me di cuenta de que las personas —exceptuando quizá a los que tienen la necesidad de usarlos para sus estudios, investigaciones o los que los coleccionan por gusto— piensan los mapas como algo viejo, algo que no se usa en la vida cotidiana y por lo tanto algo obsoleto que no les interesa leer, esas mismas personas son las que saben pedir un servicio de UBER, o dan su opinión en Google sobre negocios que han visitado, sí, esas mismas que se la pasan jugando Pokemón GO, siguiendo las rutas de Waze o compartiendo su ubicación en WhatsApp.
En la actualidad frecuentemente usamos mapas sólo que estos ya están dentro de nuestros dispositivos; me parece que somos esa generación a la que le tocó el uso de mapas en papel y en un dispositivo, sólo que ahora ya no se le llaman mapas como tal, si lo analizamos, dentro de las apps más usadas que usan mapas en sus interfaces, únicamente Google Maps lo lleva en el nombre, todas las demás son apps, pero que sin mapas no podrían funcionar.
Recuerdo una vez que salí de viaje con mi familia y mis padres llevaban una Guía Roji, sinceramente agradezco nunca haber tenido que consultarla, supongo que era sencillo perderte con ella, porque si actualmente cuando vas siguiendo una ruta en el celular te pierdes -aún con que una voz te diga a cuántos metros dar vuelta- no quiero ni imaginar lo tedioso que era seguir una ruta con Guía Roji. Una vez, una conocida llegó a la Central del Norte desde Aguascalientes y compró un mapa de la CDMX para no perderse; cuando nos lo enseñó, dije ¿no tienes Google Maps en tu teléfono? No olvidaré la cara que puso al darse cuenta de que todo el tiempo trae un mapa de básicamente todo el mundo y que éste será insuperable.
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