Papito

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Las verdaderas historias de amor comienzan con un adiós; Mariana lo sabe, por eso se salta los interludios. En la pantalla, sobre su ícono de chat aparece el presagio: escribiendo…
     Su nombre de pila es Mariana, el de su perfil: Mar. Yo la llamo Destino.
     No puedo hacer oídos sordos a mi destino, sobre todo, si tiene unos ojos cuyo iris remite a la luna cuando decide ser el punto de fuga de la noche.
     Mi teléfono suena imitando el sonido de una burbuja al reventarse.
     «Hoy te toca recogerme, papito».
     Igual que la burbuja yo también quiero explotar, su mensaje llegó cuando me encontraba camino a atender otra solicitud explícita. Puedo ignorar su mensaje, cruzar este mar de autos y encallar en el puerto de quien me espera con su faro encendido.
     Otra burbuja anuncia al usuario: MARIANA.
     «Papito, ¿ya vienes?»
     «Estoy lista.» junto a dos emojis de gotas de agua.
     Fijo la vista en el camino. Mientras manejo siento como el deseo comienza a bullir como una marejada que sube poco a poco hasta desbordarse. Prendo la radio. Talk dirty to me, retumba en las bocinas del Jetta. Golpeo el volante, no puedo ceder. Miro los espectaculares para distraerme, mujeres semidesnudas me invitan a comprar en Victoria’s Secret.
     El ruido de una burbuja precede a una fotografía.
     ( . ) ( . )
     «YA LLEGA»
     Pienso en MARIANA, joven, separada. Me imagino entrando a su departamento, dando traspiés por esquivar juguetes que encallaron en la arena de la alfombra. Pienso en su voz pronunciando mi nombre mientras abre las piernas, los pechos libres, un vértice pujante, oceánico. Veo cómo se toca, remueve sus aguas, teje mis ganas.
     Recuerdo el espejo del tocador que da frente a su cama. Tiemblo ante la visión de ese iris como luna ahí reflejado. Bajo la palanca de las direccionales, voy a girar.
     MARIANA:
Llamada entrante.
Cuelgo.
MARIANA: escribiendo…
     «Adiós, te lo pierdes».
     Adiós, MARIANA, me despido en mi cabeza.
     Aparco frente a la escuela. Mariana sube.
     —Papito —dice mi niña y me saluda con un beso.

Foto de Artem Labunsky en Unsplash